HACHA Y CAMPING

Recuerdo uno de los viajes que tuve de joven, hacha y camping solíamos decirle, allá por mis 18 o 19 años. Fue viajar en tren hacia los lagos del sur de la Argentina, por los años 90. No teníamos la menor idea de viajes con carpa y mochilas, y nos fuimos un grupo de amigos con lo que teníamos a mano. Llevábamos lo indispensable , por supuesto dos o tres hachas de mano porque cocinábamos a leña, un botiquín por eventualidades, bolsas de dormir, dos carpas pero olvidamos llevar aislante por ejemplo, lo que  realmente se iba a convertir en un serio problema.

Una de las primeras noches en que luego de beber y confesar nos fuimos a dormir, apoyando simplemente nuestras bolsas de dormir sobre el piso de la carpa, inicialmente nos dormimos como cualquier ebrio feliz pero a pocas horas recuerdo despertarme del frío y estábamos 4 amuchachos, temblorosos ya que si bien era verano el frío nocturno del sur no era nada fácil allá por los 90, y recuerdo levantarme a vomitar del frío, no tenía nada que ver el vodka malo ni los chorizos cocinados rápidamente por la ansiedad ni que hayan quedado mal desgrasados.

HACHA DE MANO PARA CORTAR MADERA

En las noches nos quedábamos sentados alrededor de las fogatas que alimentábamos con leños que cortábamos durante el día, y nos tapábamos con las bolsas de dormir ya que se nos congelaba la espalda con el frío rocío que caía en las noches. La idea era utilizar las hachas de mano para cortar madera para dejar prendida las fogatas durante la noche y así no pasar tanto frío, pero después pensamos en que si bien hacíamos el fuego en lugares en los cuales era difícil que se propague ya que alrededor no había nada inflamable más que nosotros, de todas maneras era muy imprudente dejarlo prendido en la noche así que descartamos la idea.

HACHA DE LEÑADOR PROFESIONAL

Cuando íbamos a cortar leña los troncos estaban en el piso y como dice el dicho, hacíamos leña del árbol caído. Es increíble las opciones en este sentido que presentan los bosques, de modo que cocinábamos nuestro arroz y también los fideos a la leña, pero después del tercer día de comer lo mismo ya lo único que queríamos era comer otra cosa más allá del rico sabor ahumado que toma todo. Es más, nosotros estábamos ahumados de tanto estar al lado de las fogatas, y algo encandilados de mirar atónitos el fuego en las noches, con copas demás. Nuestra hacha grande de leñador que habíamos llevado para troncos rebeldes era la herramienta hacha por la que nos peleábamos a la hora de salir en caminatas a buscar madera.

HACHA DEPORTIVA

Llevamos también un poco porque teníamos esa y otro poco para jugar, una hermosa hacha deportiva con la que hacíamos lanzamientos y luego hacíamos competencias con nuestras hachas de mano a ver quien cortaba leños más rápido. Todo juego es válido cuando uno está en medio de la naturaleza durante varios días y no va en viajes de drogas exploratorias como era el caso de algunos que hemos visto acampando. Parecía por momentos estar dentro de un capítulo de alguna serie de zombies no sólo por su  manera de caminar, sino por su coloración grisácea y el aliento que se percibía desde un metro de distancia, dependiendo del viento.

HERRAMIENTA MULTIUSOS

Otra de las opciones que teníamos era tanto el hacha multiusos como la victorinox que habíamos llevado, ya que a la hora de abrir desde latas, botellas, eventualidades que se presentaran de todo tipo, es un hacha infalible y hasta diríamos imprescindible si uno va a salir en un viaje de aventura en el que constantemente se presentan imprevistos.

Hachas no faltaban, pero sin aislantes no volvimos a viajar. Recuerdo ya ir a viajes en los que íbamos en carpa a lugares cálidos con playas, y yo era “el loco del aislante”, ya que parecía que quería aislarlo todo. Generalmente esta clase de cosas nos pasan sólo una vez en la vida…

HERRAMIENTAS DE CARNICERO

Nos hubiera gustado tener alguna pero de esas no llevamos, sino hubiéramos necesitado un Hulk que cargue la mochila de las hachas, ya que nos manejábamos a pie. Pero las veces que podíamos comprar carne, como no habíamos llevado cuchillos especiales para cortar carnes, hubiéramos necesitado un hacha de cocina como corresponde en estos casos, ya que a todos nos gusta cocinar y como buen amante de la cocina tener las herramientas necesarias siempre es un placer. Como nota destacada, cocinar bajo las estrellas en aquellas noches de poca contaminación, cielos negros y estrellas gordas y blancas, tomando un vino con amigos escuchando la carne asada crujir bajo el fuego vivo, son de esos momentos que uno valora a lo largo del tiempo. Quizás hubiera faltado como invitado especial a la cena algún alienígena que se presente dado que la ocasión así lo ameritaba.

Regresamos luego de nuestro viaje y cada uno siguió con su vida. Los años pasaron y si bien nos seguimos viendo al inicio, luego cada quien fue tomando su camino, diferenciándonos en direcciones dadas por la vida. Pero con cada reencuentro ocasional y a veces casual, nos miramos recordando esos viajes que uno hace en determinados momentos de la vida que hace que quede un sabor especial al haberlo compartido con ciertas personas.